noviembre 09, 2006

Me gente

Me gente

Básicamente soy una debilidad.
Tengo debilidades peculiares.
Otros tienen frío, sed o
simplemente miedo…
Yo tengo gente.
A mí me gente
y si no puedo es porque estoy encadenado
en un noveno piso de caballito,
me llanto, me pierdo y no vuelvo.
Entonces pienso entre lágrimas
ese eco tardío,
un recuerdo de alegría sin brillo
ni contraste, casi hasta desenfocarlo.
Mis alegrías son recuerdos borrosos
de contentos.
Puedo abandonar mis piernas torpes
y brotar por entre el empedrado hasta un pie,
una mano, un pecho…

Tener gente es explotarte el alma en un suspiro,
es sentir todos los sueños de golpe.
Tener gente es ser rezagado por una inteligencia
de los sentidos.
No tengo muchas respuestas,
apenas soy una víctima involuntaria.
Sé que me quita la vida gatear.
Uno, veinte, seiscientos corazones
en un solo pálpito retumbante mientras
un cuarto pulmón altera el ritmo del latir
para compartirlo con otro suceso.
Ese martirio transformado en fenómeno
hace decaer toda certeza;
una luz de cuerda afinada de guitarra.
Es cuando se dibuja el recorrido de tu mirada femenina…
Me sonroja la postura,
ese néctar nuevo,
esa sanidad de piel joven,
saturada de cielo pero
colmada de luna.

Me gusta, entonces, irme
porque ser otro no espanta:
humedece.
Me gente
¿Te gente?
Probá, es muy doloroso…
¿Te animas?
Ha que salir
sin gritos ni silencios estúpidos de ignorancia.
El arte duele.
La vida duele.
El amor, lo que valga la pena. Lo demás…
es un sueño,
un mañana, una buena idea.
No me comprendas, dejame,
ya tengo demasiadas cadenas
de fabricación propia.
Por eso, cuando me gente:
más soluble,
más permeable,
más yo, vos, todos.
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Marcelo Meza - Derechos de autor © 2002
Ilustración: Brom

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